Era un día miércoles en el internado de Piramirí. Luego de levantarnos al amanecer con el llamado de los monos aulladores, habitantes del parche de bosque aledaño al colegio, nos preparamos para un taller extracurricular de manualidades. La actividad estaba destinada para los niños y niñas de todas las edades que quisieran participar. El sitio de encuentro era un kiosco, un lugar central y muy concurrido a la hora de descanso por los estudiantes. En el taller de “bokobus”, “lagartijas” en lengua Sikuani, haríamos junto con los niños figuras de este animal utilizando nylon y chaquiras de colores que estaban en desuso en la bodega del colegio.
La actividad la anunciamos tanto a profesores como al director unos días antes, y con su aprobación, nos levantamos ese día miércoles con expectativa mientras iniciamos nuestro día acompañando la clase de biología a las 6 am, hora en la que comienza la jornada escolar. Durante los momentos de descanso que tuvimos en el día preparamos los materiales. La actividad inició con unos cuantos niños y niñas, la mayoría pequeños, los mayores se encontraban jugando futbol o sentados mirándonos. Nosotros nos sentamos entre los niños explicándoles como insertar las chaquiras en el nylon dependiendo del color de lagartija deseado y el número de chaquiras que se necesitaban para los diferentes tamaños que tendrían las “bokobus”.
De pronto, nos encontramos rodeados de más niños, pidiendo instrucciones y más chaquiras. Resultó que luego de explicar la técnica básica, los niños terminaron rápidamente e iniciaron una lagartija nueva, más grande o con una variedad de colores distinta. Al momento de ir a comer, mientras la mayoría de los niños habían elaborado varias “bokobus”, mi compañero Julián iba por la mitad de su primera. Fue extraordinaria la gran habilidad que mostraron los niños, como también su interés, incluso de aquellos que al comienzo estaban reacios a participar en la actividad.
La mayoría de los niños se quedaron abstraídos en su manualidad, e insistían en acabar antes de ir a comer. Por ello debimos detener la distribución de chaquiras y nylon, prometiendo retomar al otro día, aunque algunos de ellos al sentir nuestra intención, antes de que nos diéramos cuenta tomaron materiales para continuar en secreto. Poco después observamos que con el diseño básico comenzaron a demostrar su habilidad y alto desarrollo de su imaginación aplicando la técnica para hacer manillas, collares, e incluso otros animales mucho más complejos, como abejas con alas tridimensionales.
Fue una experiencia maravillosa observar como de algo simple pueden crear obras tan complejas e inimaginables tan rápidamente. Este tipo de prácticas mostraron el alto nivel de asistencia e interés por parte de niños y niñas de todas las edades. También nos permitió abordar de una forma creativa el tema de animales, presente en nuestro proyecto al igual que en algunas clases, como biología y sikuani.