Extracto de diario de campo 2

Por Marcela Cely Santos

Martes 12 de abril de 2011.
Institución Educativa Theodoro Weijnen /Misión Resguardo "La Pascua". 
La Primavera, Vichada, Colombia.

Alex, un profesor del internado, nos cuenta cómo fue su lucha por seguir estudiando. Muy seguramente apartes de su historia son similares a las de otros niños que estudian y han estudiado en la Misión, y muy seguramente muchas no han tenido finales tan exitosos.

(…) El padre de Alex es un llanero de pies a cabeza. Como buen llanero, solo basta su presencia para intuir de quién se trata: un tipo pujante, dedicado al ganado. Este hombre nunca creyó en el poder progresista del estudio, como sucede con varios llaneros de la región. Muchos dejan a sus hijos en el internado para que obtengan lo básico, usando palabras del mismo Alex “solo les interesa que sus hijos aprendan a leer y a escribir, y que sepan contar dinero”. Pues bien, el papá de Alex es así, alguien que está orgulloso de ser un ejemplo de cómo una persona con solo educación básica primaria puede vivir tranquilamente si conoce un oficio, en este caso, cuidar del ganado.

Desde pequeño Alex fue bastante inquieto y en su familia no sabían qué hacer con él. Quisieron inscribirlo al internado pero pusieron problema por su edad (tenía solo cinco años), y no era conveniente según algunos que empezara tan temprano. Su tía, sin embargo, persuadió a su papá para que le permitiera iniciar sus estudios, bajo la promesa de que era ella quien iba a cuidarlo y a apoyarlo en cosas varias (lavado de ropa, amarrar los zapatos y demás) mientras el chiquillo crecía un poco más. Su padre siguió la sugerencia y así fue como todo empezó. Al poco tiempo de empezar lo promovieron de grado primero a segundo, luego lo promovieron de quinto a sexto. Alex terminó el colegio a los quince años. Los parientes que lo apoyaron decidieron viajar a Villavicencio y le extendieron el apoyo hasta allá, así que Alex tomó el ofrecimiento y se fue con ellos. Empezó a estudiar una carrera técnica agropecuaria en el Sena y regresó a la Misión a hacer sus prácticas de campo. En la misión el padre Gabriel, rector en ese tiempo, le sugirió que diseñara un proyecto para trabajar con los estudiantes, así que Alex desarrolló ciertos contenidos en agricultura orgánica que diseminó entre los chicos (uno de sus estudiantes había sido anteriormente uno de sus compañeros de curso, curiosamente). Este proyecto sembró un gusto por la docencia, y el padre Gabriel le manifestó a Alex que quería que se quedara en el internado trabajando con los muchachos. Enviaron una carta a la Secretaría de Educación pidiendo apoyo con un nombramiento pero este fue negado, bajo la premisa de que todo educador debía ser profesional en pedagogía o en otro campo para ser contratado como docente.

Con la ayuda de la Misión, Alex siguió estudiando algo en docencia; terminaría una carrera en junio de 2009, pocos meses después de que asesinaran al padre que fue su gran apoyo. En este muchacho siempre existió y ha existido un gran deseo de estudiar medicina veterinaria, zootecnia o algo más formal relacionado con la ganadería o la agronomía. Empezó estudios de veterinaria pero todo quedó a la mitad. Ahora Alex es esposo y espera un hijo que nacerá en agosto de este año. Sus prioridades naturalmente han cambiado mucho. Sin embargo, hay que ver la nobleza del cambio de dirección: la esposa de Alex, sobrina de Horacio (el rector encargado del colegio), también quiere estudiar. Antes trabajaba en la Misión como encargada de los niños de preescolar pero, dada la actual coyuntura, no ha podido seguir estudiando. Alex quiere que ella se prepare y luego de eso, continuar él con su carrera de veterinaria. Buena suerte para ellos como padres y educadores de corazón.